El discurso de Esteban, que abarca desde el versículo 2 hasta el versículo 53, es una narración magistral de la historia de Israel. Sirve tanto como defensa contra las acusaciones presentadas en su contra como una acusación profética de su audiencia. Las acusaciones contra Esteban, registradas en Hechos 6:13-14, eran que hablaba palabras blasfemas contra Moisés y Dios y afirmaba que Jesús de Nazaret destruiría el templo y cambiaría las costumbres transmitidas por Moisés. En respuesta, Esteban elabora una narrativa que subraya la fidelidad de Dios y la recurrente infidelidad de los líderes de Israel.
El discurso de Esteban alcanza su crescendo en los versículos 51-53,
donde confronta directamente a su audiencia, llamándolos "gente de dura
cerviz" con "corazones y oídos incircuncisos" (Hechos 7:51,
NVI).
Los acusa de resistir al Espíritu Santo, tal como lo hicieron sus
antepasados, y de traicionar y asesinar al Justo, Jesucristo. Esta audaz
proclamación sella el destino de Esteban, ya que enfurece al Sanedrín y conduce
a su ejecución.
Además, la muerte de Esteban tiene un profundo impacto en Saulo de
Tarso, quien más tarde se convierte en el apóstol Pablo. Saulo es presentado en
Hechos 7:58 como un joven que aprueba la ejecución de Esteban.
Este evento es un momento significativo en la vida de Saulo, preparando
el escenario para su dramática conversión y posterior trabajo misionero. La
transformación de Saulo de perseguidor de cristianos a apóstol líder subraya el
poder de la gracia de Dios y el impacto de largo alcance del testimonio de
Esteban.
Esteban comienza su discurso recordando el llamado de Abraham
(Hechos 7:2-8) A continuación, Esteban pasa a la historia de José (Hechos
7:9-16) Luego, Esteban relata la historia de Moisés (Hechos 7:17-43).
En resumen, el capítulo 7 de Hechos es significativo por varias razones.
El discurso de Esteban proporciona una reinterpretación teológica de la
historia de Israel, enfatizando la fidelidad de Dios y el rechazo recurrente de
Sus mensajeros.
Su martirio ejemplifica la fe y el perdón semejantes a Cristo, sirviendo
de inspiración para las futuras generaciones de cristianos. La persecución que
sigue a su muerte lleva a la difusión del Evangelio más allá de Jerusalén,
cumpliendo el mandato de Jesús de ser Sus testigos "en Jerusalén, en toda
Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra" (Hechos 1:8).
Finalmente, la introducción de Saulo en este capítulo prepara el
escenario para la obra transformadora que Dios realizará a través de él. Por lo
tanto, el capítulo 7 de Hechos se erige como un testimonio del poder del
testimonio fiel, el desarrollo del plan redentor de Dios y la imparable
difusión del Evangelio.
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